ASESINOS DE NOVELA

Una galería de los más célebres criminales de la literatura El inocente Por Ariel Lerman Tullio Hermil, el personaje de Gabriele D' Annunzio, resulta un individuo siniestro, no sólo por el infanticidio al final de la novela. Su espíritu ha enfermado, como el , de tantos otros a principios de siglo, con el mal de la superioridad. Se permitió todo tipo de infidelidades, toda aventura sensual plagada de perversidad, convencido de que estaba por encima de las multitudes mediocres, de los hombrecillos apegados a las convenciones. Su mujer, la enigmática y enferma Giulliana, lo ha sorprendido sin poder perdonarle el romance con una amiga y nuestro héroe padecerá de aquí en adelante su silenciosa ira. Se derrumbará su soberbia, pedirá perdón de rodillas intentando una reconciliación infructuosa, mientras prueba conmoverla llevándola al lugar de su primera cita, de sus primeros besos. Su esposa padece sin embargo una distancia melancólica, una tristeza que la enferma. Tullio se llena de piedad, se conmueve hasta el fondo del alma y jura, por lo más santo, consagrarse a ella como a una especie de diosa que le exige una fidelidad célibe. En esta conmoción casi metafísica, la virginal y amante cónyuge nos sorprenderá con una revelación inesperada. Mientras su marido corría tras las aristócratas fáciles de Roma, ella también coqueteaba silenciosamente con un escritor. Desde entonces, se trastorna y llega a una conclusión repugnante: El mal que padece su esposa no es otra cosa que un avanzado embarazo. ¿De quién es el pequeño retoño? Una cuenta rápida lo sume en el espanto. No hay duda que crece en su vientre un fruto ajeno, horrible, una venganza perfecta. Nuestro superhombre, nuestro renovador moral, llega al límite de la cordura, se lanza a correr un caballo por la tenebrosa orilla de un río amenazante, planifica un duelo, asesinar a los traidores en el lecho del engaño. Sin embargo, espera, enloquece y espera el nacimiento. El inocente, en su cunita, amado por todos, será recogido en esos brazos vengativos, será acercado hasta la ventana para ser bañado por el aire helado del invierno. Hermil, como un moderno Abraham, sacrifica su primogénito a su fe egocéntrica, al dios de su egoísmo.

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