RECORDANDO A HÉCTOR OESTERHELD

por Lícia López de Casenave Nos encontramos en su casa, a las siete. Había comprado masas para agasajarme. Dejé el grabador sobre la mesita ratona y nos pusimos a hablar. Entre historias y comentarios que se pueden contar y otros que deberé callar, Elsa Sánchez de Oesterheld, Lala, la viuda de Héctor Oesterheld, el creador de E! Eternauta, fue desgranando su historia. "Cuando conocí a Héctor yo tenia 17 años él, 24. Héctor era un hombre de una gran cultura, hablaba cuatro idiomas y había ido a un colegio alemán muy importante. Yo creo que lo que más le llamó la atención de mi es que sabía mucho de literatura y música a pesar de mi edad". Se casaron en 1947. Los primeros años, Héctor continuó con su trabajo de geólogo a la vez que escribía para niños y publicaba con seudónimo. "Antes de mudamos a Beccar vivíamos en un departamento chiquito sobre la calle Luis María Campos. Un día, me pide que me siente a la mesa y observe el pequeño ramo de flores que hay en un florerito. 'Observa', me dice. Yo miraba y sólo veía flores. 'Si, son flores', le digo. 'Pero mira, observa', me insistió. Yo no veía mas que flores. De repente me dice: 'observa ese gusanito que esta caminando entre las flores'. El gusanito descendió hasta llegar a la mesa. De pronto, de su pequeño cuerpo se desprendieron cascaritas transparentes hasta que aparecieron alitas y patitas, y el gusanito se transformo en mariposa. Fue maravilloso, yo nunca en la vida volví a ver algo igual. Héctor era un hombre que te enseñaba lo maravilloso de la vida. Era un hombre que vivía para adentro, con mucha vida interior Yo, en cambio, sacaba todo afuera. Eso a él le encantaba^ lo divertía mucho". La charla continúa y me cuenta que los vecinos se extrañaban porque Héctor estaba siempre en casa. "Todos los padres salían a trabajar y Héctor lo hacía en casa, en el barrio no entendían bien a que se dedicaba". Protestas mediante (porque la foto que quiere darme la tiene su nieto Martín en su casa), me confiesa. "Fui feliz hasta la década del setenta cuando empecé a comprender que el país entraba en una política violenta y temí por la vida de mis hijas, que empezaban a militar en la Juventud Peronista. Y fue ahí cuando Héctor cambio su manera de ver la política. Sin embargo, lo que yo nunca pude aceptar fue la violencia política". La charla sigue su curso inevitable. "Cuando me allanaron la casa de Beccar me preguntaron por Héctor yo les hice frente. No estaban acostumbrados a que Héctor con sus hijas alguien lo hiciera. Tenía ocho esbirros alrededor y en la casa sólo estábamos la señora que me ayudaba en la limpieza, el perro y yo. A pesar de eso, me planté y con firmeza le dije al que estaba a cargo: 'sí usted piensa revisar la casa, hágalo, pero tiene que respetarla porque es mi casa. Aquí las puertas no tienen llave. Revise, yo no creo que encuentre nada de lo que usted busca. Sólo hay libros y no creo que sea eso lo que quiera'. Automáticamente, me miró perplejo y le dijo a los tipos que nos soltaran. 'Ahora sí me gusta -le dije- ahora podemos hablar tranquilos'^ nos sentamos a conversar Me volvió a preguntar por Héctor y tuve que mentir: 'hace un año y medio que estamos separados'. Preguntó por mis hijos y le respondí que estaban en sus casas. 'Aquí vivo sola', le respondí". Lala me mira con una mirada picara: "menos mal que no se fijaron en los placares, porque se hubieran dado cuenta de que la ropa estaba toda arriba". Nos quedamos en silencio y agrega: "hacía tres meses que me habían asesinado a mi hija Beatriz". Un nuevo silencio, como aquel que calló la voz de Héctor Germán Oesterheld, el creador de El Etemauta.

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