La propia muerte - Epitafios


"Confieso que he bebido, de muchas fuentes".
Andrew Graham-Yooll
Mi epitafio ya lo hice público muchas veces, sobre todo a partir de una encuesta de la revista noticias. Si a pesar de todo quieren ponerlo, aquí va. No se me ocurre otro.
Tuvedías peores
Leopoldo Brizuela
Siempre sintió que la alegría se le escurría, como la pelota entre los dedos de chocolate Baley. La tristeza, en cambio, le quedaba mejor, parecía hecha a su medida: dura, sólida, como el tano Pernía cuando salía a cortar el avance enemigo -era fácil prever que el wing izquierdo quedaría desarticulado y que volarían las esquirlas-. La tristeza ha sido la fiel compañera de toda su vida.
Ariel Bermani
Perdió el pelo hasta que conoció el sol. Fue niño tardío, amó y viajó insensatamente en el cuerpo errado de un adulto. A los cincuenta años, hecho hombre y piedra, traicionó a la muerte, dejó de escribir, y se perdió en la Patagonia con pelo, sol y anonimato en la piel.
Oliverio Coelho
Aquí yace Ana María Shúa.
Murió de tanto escribir.
La leyenda continúa.
Ani Shua
Más que epitafio, yo tengo un plan. En la Recoleta hay una tumba preciosa de Mendoza Paz, fundador de la Sociedad Protectora de Animales. Es una aguda pirámide sin cruces ni ningún símbolo cristiano. Y dice: "Aquí no hay nada. Sólo polvo y huesos. Nada". Quiero que me cremen y que mis amigos tiren las cenizas adentro de esa tumba. No sé cómo: que se arreglen. Si el hombre tiene razón, me gusta el epitafio. Sino, nos pasaremos la eternidad él y yo, ponderando el error.
Mariana Enriquez
Me gusta esto, que no es mío, sino de Baudelaire. Es el trozo de un poema llamado El Viaje:
(...) Pero los verdaderos viajeros sólo parten
Por partir; corazones a globos semejantes
A su fatalidad jamás ellos esquivan
Y gritan "¡Adelante!" sin saber bien por qué.
Si tiene que ser más corto, esto: "Vivir no es necesario. Navegar, sí"
Leila Guerriero

Comentarios