Narrar la violencia

La demonizaron ocultando su esencia transformadora y domesticaron su naturaleza con visajes descafeinados. Si toda sociedad nace a sus propios ojos en el momento en que narra su violencia, nuestra sociedad está perdiendo la oportunidad de fundar nuevos espejos. El único "remedio" posible para la violencia es su canalización o su drenaje. Mientras no encontremos una alternativa viable a sus formas, o un rumbo establecido a sus gestos, no existirán argumentos en contra de su exaltación. Seguirá ejerciendo su fascinación mientras se la considere nociva, pero dejará de ser popular cuando se la honre como algo natural y se la convierta en un "motor poético". 
Inmanuel Kant la consideraba el estado natural del movimiento humano. Descontextualizada, engendra espanto, pero su existencia es inevitable y necesaria. Fastidia, incomoda, obliga a moverse en direcciones impensadas, pero se constituye en el alimento imprescindible de la epopeya cotidiana. Nuestra historia anda a violencia. Norberto Bobbio concibe "una violencia derivada como respuesta a una violencia originaria". Pero, ¿quien decide cual es la violencia originaria y cual la de­rivada? Para cada uno de los contendientes la violencia originaria siempre será la del otro. jurídicamente la violencia en­cuentra su consideración lícita cuando es la única respuesta posible a otra violencia ilícita.
El concepto de "defensa propia", acepta legalmente un acto que sería pe­nado bajo otras circunstancias. Desde el relativismo cultural la vio­lencia puede asumir distintos significa­dos. de acuerdo al contexto histórico, la religión, las condiciones económicas y el ambiente cultural en el que se desarrolla. El psiquiatra italiano Vittorio Andreoli habla de los cambiantes juicios que reci­be la violencia de acuerdo a cómo se consideren sus electos o por su intencio­nalidad. 
El poder maneja esa considera­ción, y modela desde los medios de co­municación. para su beneficio, al juicio popular sobre los hechos: un grupo de desocupados cortando una calle es pre­sentado como virulento, mientras el em­presario que los convirtió en desocupa­dos es propuesto para gobernarlos. 



La protesta por la miseria es considerada violenta, pero la distribución injusta que la provoca es vista como lógica. El hambre no engendra almas inocentes y alimenta ansias de venganza. Sin embargo, en la sociedad argentina, las injusticias y sus consecuencias de marginalidad. muerte y pobreza, no han generado talion alguno. 
Osvaldo Bayer, autor de Los vengadores de la patagonia trágica, se sorprende por la falta de vengadores por los treinta mil desaparecidos, por el robo de bebes, por la extinción del trabajo o "por la venta de la patria", para decirlo en términos jauretchianos. No se ha construido una venganza histórica reparado­ra, sólo se esbozaron protestas parciales sin violencia. No es una herida que no cierra, es un cuchillo que no cesa E. M. Cioran estaba convencido de que las injusticias no se combaten con rebeliones relativas, sino con la rebelión eterna.

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