Las sentenciadas - Pita Amor



Guadalupe Pita Amor, una mujer singular que se rebelo a los prejuicios de la sociedad mexicana.
Su exhibicionismo, la adoración por sí misma, por su cuerpo, y el exagerado cuidado que tuvo de su persona durante su adolescencia, su juventud y los primeros años de su madurez fueron vox populi. «Nunca me he puesto un vestido más de dos veces», presumía. Por cierto que desde niña le chocaban los calzones, y lo que mejor hacía con ellos era quitárselos. Una monja la acusó de inmoralidad porque no llevaba nada debajo de su uniforme escolar. «Estoy en contra de los calzones matapasiones». La mantilla negra de encajes que las señoras usan para ir a misa, Pita la desacralizó al usarla para cubrirse el pecho, los hombros, y envolver a sus amantes como tamalitos.
Pita fue satanizada como Nahui Olin, Nellie Campobello y Elena Garro, Pita Amor fue una de las figuras más ruidosas de los cuarenta y los cincuenta.
Durante veinte años, desde la salida de su primer libro en 1946, atrajo la atención de un público cada vez más numeroso. Junto con Diego Rivera, Rufino Tamayo, Frida Kahlo, Carlos Pellicer, María Izquierdo, María Félix, Edmundo O'Gorman, Justino Fernández, Lupe Marín, Cordelia Urueta, Xavier Villaurrutia, el Dr. Atl, Salvador Novo, Ignacio Asúnsolo, )osé Vasconcelos, Archibaldo Burns, Nahui Olin, Amalia Hernández, Juan Soriano, Diego de Mesa y muchísimos monstruos sagrados más, formaban una especie de «infame turba» que hacía y deshacía a su antojo.
En 1946 cuando falleció su madre, doña Carolina Schmidtlein de Amor, Pita, obsesiva, se sintió responsable de su muerte:
Mi madre me dio la vida
y yo a mi madre maté.
De penas la aniquilé.
Mi madre ya está dormida.
Yo estoy viva dividida,
mi crimen sola lo sé
llevo su muerte escondida
en mi memoria remota.
¡Ay qué sanguinaria nota!
¡Ay qué morado tormento!
¡Ay qué crimen en aumento!
¡Ay qué recuerdo tan largo!
¡Qué recuerdo tan amargo!
Al morir su madre, Pita gastó toda su herencia, absolutamente toda, en vestidos y maquillajes, corpiños y fruslerías. Y luego muere su hijo al caer a una pileta, Pita ya no volverá a ser la misma.
En los últimos años de su vida llamaban «la abuelita de Batman» en la colonia Juárez, habría cumplido ochenta y dos años el 30 de
mayo. Nombrada «reina honoraria de la Zona Rosa», deambulaba por sus calles un día sí y otro también, vestida de mariposa de lame dorado, de libélula, de Isadora Duncan, el pelo pintado, una flor a media cabeza, agobiada bajo el peso de varias toneladas de joyas y con la cara pintada como jícama enchilada.
Pita es importante para las generaciones venideras porque rompió esquemas al igual que otras mujeres de su época catalogadas de locas y «a la eternidad ya sentenciadas»

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